martes, 25 de septiembre de 2012

REMONTAR BARRILETE

 
Hay personas que creen que las fuerzas se pierden a la primera que algo sale mal, que ante cualquier tristeza deben tirar la toalla. Debo decirles, que quien crea eso, se equivoca.
Duele ver como la vida te hace pasar en más de una ocasión por la misma situación. Te caes, te levantas y aprendes, pero el destino te tiene reservada la sorpresa de hacerte comprobar si realmente aprendiste y te pone otra vez esa piedra en el camino. Las personas nos vamos formando de errores, de caídas, de tropiezos, y no de glorias. Nadie nos felicita cuando hacemos las cosas bien, eso parece obvio ¿no? Parece que poco nos enorgullece a todos cuando vamos por el buen camino, cuando ayudamos al otro, cuando sostenemos una mano, cuando no dejamos caer un alma. Pero en cambio, cuando nos equivocamos, cuando confirmamos que somos humanos y que por el hecho de simplemente "Ser" ya venimos cargados de errores, ya venimos configurados para tropezar; ahí es cuando ponen los puntos sobre las íes y nos repiten una y otra vez que dimos un paso en falso, que erramos. Y que tu cabeza se estampe con la primera pared que se le cruce, y con las siguientes décimas si quiere, y que te caigas al suelo un trillón de veces, que tus piernas se vuelvan débiles, y que no puedas ponerte de pie, porque aún así, aún en las peores condiciones, nadie te va a ayudar. Vas a tener que remarla sólo, como nunca te enseñaron, como casi siempre creíste, sólo. Pero así, sufriendo, llorando, REMANDOLA, es de la única manera que te haces fuerte... Nadie conoce el dolor si nunca antes lo sintió, y después de vivirlo, ya hay dolores que no vuelven a sentirse nunca más, hay heridas que cicatrizan, y que no vuelven a abrirse. La grandeza se alcanza cuando la vida nos pone a prueba, cuando el destino nos tira piedras, cuando nos deja al borde el abismo haciendo equilibrio constante para que no resbalar y que nos perdamos entre la corriente. Cuesta creer que se puede remontar el barrilete en medio de la tempestad, pero más aún cuando los recuerdos de aquella caída fueron tan tristes que se torna difícil mirar para adelante por el simple miedo de que te vuelvas a tropezar...

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